Rebelión, marzo de 2015
La Otra Izquierda en sus documentos
Luis Roca Jusmet

Como es sabido, la élite político-cultural hegemónica de esta etapa política que se abrió en España con la Constitución de 1978 construyó una narración parcial e idealizada de la caída del franquismo y de la Transición. El periodista Guillem Martínez se inventó el término CT [Cultura de la Transición, NdE] para referirse a este grupo arrogante y poco autocrítico, cuyos resultados han sido bastante desoladores en muchos aspectos. Incluso el mismo Antonio Muñoz Molina ha tratado con fuerte sentido crítico de ello en su libro Todo lo que era sólido. Evidentemente, una selección significa una exclusión. La izquierda antifranquista se identificó con el PCE, aunque él mismo fuera víctima de sus propios pactos y acabara marginado por el felipismo.

Así se excluyó a la izquierda del PCE-PSUC de todo el relato, como si prácticamente no hubiera existido. Solo algunos investigadores como Consuelo Laíz se dedicaron a su estudio, como testimonia un libro que publicó: La lucha final. Aunque el libro trata también de la LCR, se dedica sobre todo a los grupos maoistas: El PCE-ml, el PCE(I) luego llamado PTE, el MCE y la ORT. Pero aparte de por afinidades biográficas (ya que milité en la Liga Comunista a finales del franquismo) me parece que la historia del trotskismo es más interesante, al igual que el grupo originario del que partieron, el Frente de Liberación Popular (FLP), en Cataluña el Front Obrer Català ( FOC). Este grupo fue interesante porque planteó una alternativa tanto al PCE-PSUC como a los grupos marxistas-leninistas más dogmáticos que se habían escindido de él. Buscaba una inspiración más abierta, menos dogmática, a partir de movimientos tercermundistas, el castrismo originario... Pero el mayo del 68 tuvo como efecto la recuperación del dogmatismo y sectarismo marxista leninista desde el maoismo y el trotskismo. En Francia lo hizo a través de grupos marxistas pero también de la LCR de Alain Krivine. Con la dirección de Ernest Mandel, brillante economista marxista, y Krivine la Cuarta Internacional intentó abrir su horizonte a los nuevos movimientos juveniles y feministas que aparecían en Europa. En este contexto aparece el grupo Comunismo, como núcleo trotskista en un FLP en proceso de disolución. De aquí surgió la LCR el año 70. Rápidamente se produjo el primer debate interno, que dio lugar a la escisión del grupo Encrucijada (partidario de la tendencia minoritaria de la Cuarta Internacional, liderada por el SWP norteamericano y el PST argentino). Después la unión entre la LCR y con un sector de ETA (se llamará LCR-ETAVI). Finalmente nueva fusión entre la LCR y la mayoría de LC tras la muerte de Franco; y punto final a partir de su disolución el año 1991, tras un intento fallido de unificación con el MC ( que solo resultó posible en Euskadi: EMK-LKI).

Una historia compleja que agrupó durante este años a miles de militantes antifranquistas, básicamente jóvenes. Todo un relato generacional. El libro explica muy bien, con rigor y documentación, los elementos más interesantes de este proceso. Está bien la contextualización política de cada una de las etapas. Un documento particularmente relevante por lo inédito me parece el referido a la organización de los presos políticos en las cárceles franquistas. La mirada de cada uno de los articulistas es claramente afín al partido: todos han militado en la LCR y siguen vinculados a su recuerdo con clara empatía. Críticas muy suaves y la hipótesis que su fracaso se debió fundamentalmente a la fusión precipitada con el MC (que antes se había unido a otro partido que también merecería analizarse, la OICE y sus plataformas anticapitalistas). Martí Caussa y Ricard Martínez han hecho un trabajo serio y paciente que sin duda merece valorarse. Todos los que hemos estado en esta órbita política lo leerán seguramente con mucho interés por la clarificación que supone en muchos aspectos. El libro presenta una historia completa y coherente. Los editores señalan en un epílogo, que por cierto me parece demasiado corto, que no se ha perdido el capital político que supuso el movimiento, ya que de la LCR surgió la tendencia Izquierda alternativa dentro de Izquierda Unida, que más tarde se separó y fundó Izquierda anticapitalista. Hubo un breve destello de grandeza cuando la Izquierda anticapitalista francesa superó unas elecciones generales a los grupos de izquierda más convencionales, incluido el PCF. Los trotskistas europeos, por otra parte, están hoy en coaliciones de izquierda con futuro, como el Bloco de Esquerda portugués o el Syriza griego. Otra cuestión es que en Euskadi y en Catalunya se constituyen como partidos soberanos: Gorripideia y Revolta global, con una postura claramente integrada en la llamada izquierda independentista. Es desde Euskadi y no desde Catalunya desde donde el partido adquirió esta influencia nacionalista.

Todo lo que he dicho está muy bien, pero considero que falta una visión más crítica y menos idealizada. Me parece más interesante señalar tantos las sombras como las luces y sobre todo intentar entender las razones de su fracaso a partir de sí misma y no de elementos externos.

Empecemos por las sombras. Una la constituye el que es la figura más potente del grupo Comunismo y de LCR, y el impulsor de la escisión que da lugar a la Liga Comunista. Se trata de Juan Colomar, al que valdría la pena analizar porque más allá de la anécdota personal por su trayectoria política, Colomar proviene de la externa derecha estudiantil pero da un giro entrando en el FOC, de la que será uno de sus dirigentes. Será uno de los impulsores de la fundación de LCR y una vez constituida la LC su cerebro gris. Forma la tendencia marxista, muy minoritaria, que acabará disolviéndose una vez el grupo se fusiona con la LCR. Yo estuve en la tendencia marxista y he de decir que aprendí mucha política en el poco tiempo que duró el grupo y que me permitió conocer a uno de los teóricos de la izquierda más interesantes del siglo XX: Cornelius Castoriadis. Aquí Colomar fue capaz de cuestionar el dogmatismo marxismo-feminista-trotskista y su idea de partido de vanguardia y la propia concepción del socialismo. ¿Por qué no hay en el libro una mínima reflexión crítica sobre estos supuestos? Pero Colomar, que falleció hace poco tiempo, fundó un grupo republicano y nacionalista español. Hay una línea de sectarismo, de mesianismo que se mantiene en todo su trayectoria. Otra cuestión es porque tantos dirigentes trotskistas que se jugaron la piel por sus creencias acabaron en las filas del enemigo. No me refiero sólo a los que reciclaron este capital político en beneficio institucional del PSC en Catalunya, por ejemplo, como Josep Aran (teniente de alcalde de Terrassa), Montse Gibert (alcaldesa de Sant Boi) o Josep Mª Rañé (Conseller de Treball), o grandes empresarios como Jaume Roures (Mediapro). Me refiero a los que directamente representan a la patronal (Joaquín Trigo) o a su representación política (Antoni Fernández Teixidó, de CDC). O incluso al caso de Joaquín Nieto, que representó durante mucho tiempo el peso de la LCR en la izquierda sindical en CCOO y es hoy es el representante de la OIT en España. Quizás hay alguna explicación de que desde posturas excesivamente maximalistas (todo o nada) se acabe rentabilizando un nada o casi nada. En todo caso, esto también esto forma parte de la historia de la LCR, no solo los abnegados militantes que continúan luchando por la revolución. Esto nos lleva a la siguiente cuestión. ¿Tuvo en algún momento sentido plantear una revolución en España o Europa según el modelo de la revolución rusa? ¿No es muy pobre considerar que los países del socialismo real fallaron porque degeneraron? Se trata en definitiva de preguntarse por qué partidos como la LCR no pasan nunca de ser alternativas sino marginales absolutamente minoritarias. Y hay que reconocerle a la LCR que pasó a ser una opción minoritaria y no marginal. De salir mínimamente del dogmatismo y del sectarismo, aunque no del todo.

Finalmente me parece que la influencia de grupos procedentes de ETA en la extrema izquierda franquista y postfranquista los ha atrapado en un discurso nacionalista que ha tenido efectos muy negativos en el País vasco y hoy los tiene en Catalunya. Pero esto es harina de otro costal y no viene ahora al caso.

En todo caso estos comentarios no son una crítica al libro, que merece ser leído por cualquier interesado en la historia de la izquierda del franquismo y postfranquismo. Son sólo reflexiones para enriquecer el debate. Felicidades a los autores del libro, sobre todo a los coordinadores, por un documento tan claro y riguroso.

16-03-2015

Luis Roca Jusmet

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=196515



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